lunes, 13 de marzo de 2017

El poder en "El discreto encanto de la burguesía" de Luis Buñuel.

https://cartelescine.files.wordpress.com


El consumo, Luis Buñuel y Elías Canetti.


C
anetti da una introducción en su libro Masa y poder al tópico de la psicología del comer, de manera concisa en el capítulo “Asir e incorporar”. Nuestro ejercicio del poder, el actual, el que todos conocemos y ejecutamos, está basado en una herencia generacional, rasgo antiquísimo del ser humano: la cacería y la digestión.
La mano, herramienta que perfeccionamos gracias a la selección natural, con una concavidad cada vez más perfecta y con dedos más sensibles, es la antesala a la digestión, al consumo de la presa; se salta sobre el animal y se le toca, se le conoce, intensión muy diferente a la que se observa en el mundo animal. Ahora bien, la digestión es propiamente un proceso que empieza en la boca, los dientes apresan y después el estómago incorpora el alimento, como haciendo nuestros la fuerza y la rapidez del animal. Ese mismo proceso podemos entenderlo como el proceso del poder.
Tal vez Canetti no lo expresa de esta forma, pero Masa y poder es una biografía antropológica de la violencia, según mi interpretación, donde se separa a la masa del poder y se ven retratadas las características de las frustraciones.
En 1972 se estrenó la película Le charme discret de la bourgeoisie, El discreto encanto de la burguesía en su traducción al español, cuyo guión fue autoría del director, Luis Buñuel, junto con Jean-Claude Carrière. Ganó el Óscar a mejor película extranjera y le valió una nominación Óscar por mejor guión original.

En el film, los amigos de Henri Sénéchal llegan a la casa de éste para cenar, pero hubo una pequeña confusión: su esposa, Alice Sénéchal se encuentra en bata, a punto de dormir, puesto que nunca se le avisó que ellos estaban invitados esa noche. No creyeron posible tal errata, así que se van a un restaurante de paso para que la reunión no fuera en vano, incluso, llevándose a Alice ataviada con su pijama.
Ese es sólo el inicio de una serie de reuniones frustradas, unas por razones cuasi-razonables, otras, por una angustiosa confusión entre el mundo real y el de los sueños. Existen diversas interpretaciones respecto a la trama, pero hay una regla que impera en esta historia: la frustración por no poder reunirse a comer.
Buñuel, a este respecto, manifestó su negativa ante las interpretaciones que consideraban la historia algo rebuscado, pues, afirmaba, no había ningún mensaje detrás de la película –así como dijo sobre muchas de sus otras obras. La idea surgió porque su productor había invitado a unos amigos a una cena en su casa, y había cometido un doble error: no decirle a su esposa y olvidar una cena que tenía justamente esa misma noche. En todo caso, Buñuel sí reconoció que la historia refleja la angustia, pues a él le gustaba tratar las frustraciones. Decía que si en El ángel exterminador los burgueses no podían salir de la cena, en El discreto encanto de la burguesía no podían ni asistir a ella. Este pensamiento del director es el que me interesa de la película.
Siguiendo la historia, el grupo de amigos llegan a algo parecido a una fonda. Se sientan confortados, se acomodan y esperan con ansias ser atendidos, excepto por las mujeres, las cuales notan un ambiente extraño en el lugar. Gracias a sonidos que provienen de la cocina empiezan a investigar qué es lo que está pasando ahí. Encuentran, detrás de una cortina, una escena espeluznante para los personajes: se está llevando a cabo un velatorio. Una muta de lamentación que despide a uno de los integrantes del restaurante. Retomo a Canetti: los personajes deciden huir de tal situación por un instinto natural, y es que, a punto de comer, la presencia de un cadáver les recuerda a lo hediondo e inmóvil de las excreciones.
Los personajes Rafael, François y Henri están envueltos en negocios turbulentos, tráfico de drogas y lavado de dinero, una clara crítica al enriquecimiento desmedido y a la clase política corrompida. Ésta es la razón, curiosamente, del segundo intento fallido para reunirse a comer, pues al visitar de nuevo la casa, Rafael y François sospechan que los Sénéchal les han preparado una emboscada, siendo que ellos retozan en ese momento en el jardín de la casa. El grupo de amigos huye de ahí, con una manifiesta inconformidad por parte de Florence y Simone.
Una escena memorable: el salón de té. Florence, Alice y Simone van a una cafetería o salón de té donde se encuentran con un sargento que les cuenta una triste y extraña historia. Ellas, entre tanto, piden al mesero sus bebidas, y éste les da tres negativas. Todo se ha acabado. No hay agua, no hay té, no hay café. El enfado y la frustración en ellas van en aumento con cada negativa. « ¿¡Pero es que aquí no hay nada!? » exclama una. Ellas, con todo su dinero, con todo el poder que les confiere ser un comensal, no han podido lograr que el mesero les trajese una simple bebida.
Una nueva reunión en casa de los Sénéchal. Están a punto de comer y todos están dispuestos en sus lugares, con utensilios a la mano; hay cucharas pero también tenedores y cuchillos. Tal como lo diría Canetti, cuando un grupo de personas se reúne a comer abandonan el instinto de comerse entre ellos, comer entre iguales comunica la intención de no querer comer al otro, aunque eso sí, los utensilios reflejan que cada uno está armado de cierta forma para defenderse. Ahí es cuando llega el ejército, una de las instituciones más representativas en la esfera del poder. Una guerra se desarrolla muy cerca en esas tierras y apenas se nos muestra. Primero se detiene la cena para invitar al pelotón, pero se termina interrumpiendo por la orden de que ya viene el ejército enemigo. Todos se quedan turbados pero el coronel no quiere verse ingrato y los invita a su casa a cenar.
Después viene un doble sueño que tiene Henri Sénéchal y después François Thévenot, donde en una embriagante lucha entre la realidad y lo onírico, los personajes siguen sin poder comer juntos. Podemos decir que el discreto encanto de la burguesía es el consumo, acto indudablemente poderoso, y la frustración del grupo de amigos es el no poder comer.

Buñuel no sólo entreteje una frustración para los personajes. La sociedad de consumo está reflejada en todas las vertientes del entretenimiento y hasta del pensamiento. Nosotros, como espectadores, somos consumidores que desearíamos saber, por ejemplo, qué significa que los personajes caminen por una larga avenida, por qué al campesino no le gusta Jesucristo o qué diálogos se esconden tras los ruidos. Buñuel frustra el consumo en dos direcciones: en su ficción y hacia el espectador.
Para concluir no se podría hacer notar otra cosa: Buñuel fue un mentiroso en cuanto al mensaje. Paradójicamente, las películas más enigmáticas de su realización son aquellas en las que no arrojó muchas luces. Hay críticas que él hizo a conciencia, pero no quiso confesarlas ni siquiera a su coguionista, Jean-Claude Carrière. Es posible que todo esto, entender que en el film se refleja el no – poder y su consecuencia, la frustración, sea resultado de una mirada que no se limita a las declaraciones del artista, pero que sí podemos deducir viendo las últimas escenas de la película. En todo caso, y recuperando el sentido del título de este breve texto, se podría pensar que hay muy poco ejercicio del poder en El discreto encanto de la burguesía, y eso es lo primero que impacta al espectador, porque ya sea empleando una lectura de segundo nivel o viendo la película como simple ficción, podemos sentir que el no poder no es necesariamente ausencia de éste.

No hay comentarios. :

Publicar un comentario

Hey! Tu comentario es muy importante!