No recuerdo cuando
ocurrió esto que platico, pero es muy sencillo toparse con la misma situación.
Van dos en el metro, están hablando de fútbol, generalidades: un balance de los
resultados de la jornada pasada. Tú, escuchando esa plática como un auténtico
outsider, no sabes bien cuando terminan defendiendo a su equipo de fútbol
preferido. Al parecer la brecha es muy delgada. Una amistad de años se
transforma en una acérrima rivalidad cuando empieza el debate sobre qué equipo
ganará el próximo sábado. Uno de los tipos le va al América, el otro al Pumas.
América y Pumas se enfrentan el próximo sábado. Es entonces cuando entran en
una pelea de palabras, una pelea histriónica, fingida a más no poder, pero ¿por
qué?
Esto, por supuesto,
está estrechamente relacionado con la idolatría, causa de muchos de los males
en el pasado, en la actualidad y, sin duda, lo será en el futuro. Se puede
tener un ídolo que tiene forma de piernón,
o de una institución, como en este caso el equipo de fútbol. Alguna vez fui
aficionado del Cruz Azul, pero las grandes contradicciones me hicieron alejarme
de cualquier tipo de idolatría deportiva:
comprar playeras, posters, banderines, ir a partidos, defender las derrotas y
victorias del equipo, además de estar al pendiente de todo lo que pasa en la
liga mexicana.
El punto es que un
aficionado a un equipo de fútbol guarda cierta lealtad por éste, ignorando toda
lógica. Y con esto no me refiero al dicho que lanzan muchos anti-fútbol, eso de
“los hombres son infieles a sus parejas, pero fieles a su equipo de fútbol”,
frase por de más tendenciosa, y en algunos puntos represiva de la naturaleza
humana. La lógica que es ignorada, desde esta perspectiva, es la de la
composición de ese equipo de fútbol.
¿De qué está hecho
un equipo de fútbol?
Más allá del interés
comercial, donde publicistas, oficinistas de prensa y taquilla tienen mucho que
ver, cualquier equipo de fútbol está compuesto de personas involucradas en un
deporte, disciplina con más o menos exigencias que otros deportes. Éste podría
considerarse un razonamiento predecible, y se acepta como tal sólo si no se
toma en cuenta como punto aceptable de partida.
Para quien conoce la
paradoja de Teseo esto no le parecerá sorpresivo. Se dice que la tripulación
del héroe Teseo se impulsaba con unos remos antiguos, que habían sido parte de
la corteza de la embarcación. Cada que alguna parte del barco se veía
desgastada, ésta se reemplazaba. Ahí surge una pregunta: ¿después de tantos reemplazos
sigue siendo el mismo barco? Esta cuestión, perteneciente a la reflexión de la
identidad, ha separado desde siempre los puntos de vista, pues unos creen que
lo sigue siendo y otros que ya no lo es.
Lo mismo me pasa con
el equipo de fútbol. Se le ama como a una bandera, pero esa bandera siempre
tiene como miembros a personas diferentes. Las generaciones pasan, obvio, pero
después del mercado de piernas, donde los equipos venden, prestan e
intercambian jugadores, el equipo ya no es el mismo.
Incluso esto puede
llegar a ser incómodo en algunas ocasiones, como en aquellas donde un jugador
del club América es odiado por los fanáticos del Chivas, pero de una u otra
forma siguen defendido a su equipo cuando ese jugador odiado es contratado por
la directiva de Chivas. En ese momento hay quien defiende al jugador como uno
de los suyos, o culpa a la directiva, cuando las personas encargadas de ella
también son parte sustancial del club deportivo. Un equipo de fútbol nunca es
el mismo, y sus titulares no siempre juegan de la misma forma o en el mismo
nivel.
Si la perspectiva es
que el equipo sigue siendo el mismo aun cuando hay reemplazos entre sus
miembros, considero que hay pocos motivos para defender una lealtad. La “filosofía”
deportiva que cada club tiene, no siempre se representa en el modo de jugar. En
cada partido se hacen ajustes, y muchas veces en el mismo partido los jugadores
cambian sus actitudes.
A un nivel
institucional, el equipo Chivas es el más tradicional, pues solamente acepta
jugadores mexicanos, pero esto no siempre se ha respetado en un nivel purista, pues en algunas ocasiones han
contratado a jugadores naturalizados mexicanos. Dicen del Pumas que es un
equipo universitario, que representa a la UNAM, pero a un nivel empresarial ni
la representa y ni siquiera la apoya económicamente: es un club deportivo en
manos de empresarios. ¿Qué decir de un veracruzano que le es fiel a los
Tiburones de Veracruz sólo porque tienen sede en Veracruz? No representa al
estado, la inversión es de privados. Un tipo en Facebook defiende irle al Pachuca por ser el más viejo,
pero ¿qué interesa la antigüedad?, el equipo no está jugando como si fuera de
principios del siglo pasado, incluso es de los clubes que tienen el equipo más
moderno para entrenar a sus jugadores.
Si se trata de ser
leal a un equipo por su finalidad, que éste gane un campeonato, hay que
recordar que sólo puede haber un máximo de dos ganadores en un periodo, el
campeón de liga y el de copa. Los que defienden y atacan al Cruz Azul por no
haber ganado el campeonato en muchísimos años, caen muy profundo en el error de
no considerar que existen otros 17 equipos compitiendo temporada tras temporada
para lograr el mismo objetivo. De hecho, los fanáticos mexicanos deberían
sentirse afortunados de presenciar esta liga, con tantas oportunidades y
posibilidades de “liguilla”, pues su vida sería muy aburrida si no fueran
fanáticos de un equipo hegemónico, como en España lo es Real Madrid o el
Barcelona (tal vez, incluso, el Atlético de Madrid).
La única finalidad
que no me parece contradictoria es la razón económica, el lucro. La conductora
Paty Chapoy se decía (desconozco si sigue diciéndolo) fanática del Monarcas
Morelia, pero porque su esposo es presidente del club. El lucro económico y sus
estrategias comerciales representan la verdadera causa de que haya tantos aficionados
a este deporte, aun cuando éste es un país con graves problemas de sobrepeso.
Pero serle fiel a un
equipo para que éste gane más dinero sólo es identitario (y lógico) de una
cierta clase de personas, como los hijos de Azcárraga Jean, los familiares del
presidente del club Veracruz, los amigos de los dueños del Monterrey, todos
ellos con poder en la decisiones económicas y políticas del gobierno.
Mis conclusiones van
dirigidas a un nuevo enfoque de consumo: de fanáticos de un club deportivo se
podría pasar a ser fanáticos de un juego que está dominando la atención del
mundo desde el siglo pasado. Sí, consumir, ver, comentar, vivirlo, pero sin
caer en contradicciones absurdas y bochornosas, o peor aún, pelearse a golpes por
una actitud de pena ajena.
Ser fanático de
considerar el juego de un equipo superior al del otro, o ser fanático de un
juego tan reñido que no se sepa quién saldrá victorioso hasta los penales. ¿Por
qué no? Ser fanático de ese equipo que va perdiendo pero que no se rinde ante
nada. Hay muchas maneras de ser fanático de un equipo de fútbol sin tener que
arrodillarse ante una bandera.
Foto original de The Stadium Guide.
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