Todo el asunto de la “Mars” Aguirre nos sumerge de nuevo en ese viejo debate: ¿pro-academia o anti-academia?
El simple video de una chica anunciando que
abandona la escuela no debería de hacer tanto revuelo, pero demonios, esto es
internet y nos encanta perder tiempo con estas cosas. Por lo menos ahora
encuentro importante hablar de esto, cuando toda la parafernalia mediática
sobre esa chica ya se ha calmado.
Conste que esto lo escribo después del hype; todo
el asunto de la “Mars” Aguirre nos sumerge de nuevo en ese viejo debate: ¿pro-academia
o anti-academia? ¿Ceder ante el sistema educativo o ante esa tentadora visión
de desarrollarte por tu cuenta? De pronto te puedo decir que las dos posturas
tienen sus pros y sus contras, pero antes, una bella pero desgarradora
anécdota.
Hace años decidí hacer lo mismo que la Mars. No, no
me grabé y fui viralizado, no me entrevistaron en un programa de TV y mucho
menos terminé siendo contratado por una red social digital: todo quedó entre
cuates. A mi familia más cercana y a algunos amigos les dije que estaba cansado
de esa mierda, de todo ese mecanismo maligno que representa la educación
pública: dejaría la prepa. «Sólo vas por un papel y esa mierda no vale nada»,
les decía. Mi plan era rapear y leer para así escribir mis propios libros. Pasó
un tiempo y se me quitaron las ganas. Hay que tener un estómago muy duro para
llevar a cabo un plan así y, literalmente, yo tengo un estómago sumamente
hambriento.
Hablo en serio, a partir del momento en que decidí abandonar
la escuela todo me pareció una cuesta arriba. Los trabajos sin bachillerato son
prácticamente una basura y ganarte un nombre en tus intereses (en mi caso el
rap y la escritura) cuesta tiempo… tiempo que pasas en el trabajo. Terminé
regresando a la escuela y re-descubriendo al matadito que había en mi interior
y que había olvidado allá en la primaria.
No es México. No es que suframos la cultura de la
hueva. No es que seamos parte de una “generación” holgazana. Hay algo, un
espectro tan amplio que acepto me costaría definir en tan pocas líneas, que nos
impide ver a la escuela como la maravilla que nos quieren hacer creer. Sí,
estoy de acuerdo con la Mars, hay un sistema deficiente, no sé si pendejo o si
quiera retrógrada, pero sí un sistema que no acaba de cuadrar con lo que
vivimos.
En esta esquina tenemos las ventajas de la academia.
La escuela nos prepara, en cierta medida normaliza el sufrimiento que tendremos
que pasar después en una oficina o en una línea de fábrica, pero también da
muchas satisfacciones, desde aprenderse las tablas de multiplicar hasta
entender la selección natural o la filosofía de Aristóteles. Como diría un
maestro de mi Facultad, Luis Fonseca, vamos a la universidad por bibliografía,
para ampliar nuestro conocimiento y para ser críticos con todo lo que nos topamos.
En la universidad también conoces a sabrosuras, pero los más puristas dirán que
«el que es perico en donde quiera es verde».
En la otra esquina están las desagradables
desventajas. El sistema educativo en México es una puta basura, de entrada. Las
reformas educativas de Peña Nieto no son más que burocracia maquillada de
trabajo en pro de la educación. En este mismo sentido, ¿cuántas cosas puedo
decir de mi querida UNAM? Desde chamaco quise estar en la máxima casa de
estudios y ya no sé si reír o llorar. Muchos han sido los responsables del
deterioro gradual que sufre la institución, día por día. No importa si eres de
los que avienta un chicle al mingitorio o eres un directivo que desvía los fondos;
si eres de los que pasa el examen copiando o el maestro que trata con la
rigidez más ―ahora sí― retrógrada a los alumnos: tienes que saber que estás jodiendo la
Facultad que es de todos.
La solución no está ―y nunca estará― en sentarse
cómodamente en el sillón e insultar a una chica por una decisión que ha tomado
y que sólo concierne a su persona, mucho menos insultarla porque todos lo
hacen. Ella tomó la decisión de dejar la escuela y ya. ¿Chistosos los memes?
Sí. ¿Chistosa nuestra situación? No.
Hay quienes defienden a las instituciones por la
única razón de que siempre han estado ahí, pero no reparan en que tienen fallas
y que al final de la resta nos ha quedado un nimio intento de transmitir el
saber; nos queda un negocio bastante lucrativo y una base pedagógica mediocre.
La escuela sigue en pie por personas como Araceli, José Luis, Reynaldo y
Fonseca, mis maestros, tus maestros, esas personas que si le echan huevos a su
trabajo y quieren algo mejor para esta sociedad. Concluiré con una frase que le
estoy soltando a todos los que han aguantado mis graznidos sobre este tema: no
hay universidades, sólo existen individuos.
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