¿Televisión nefasta o un pretexto para la policía de las buenas costumbres?
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Conversión en Ranma 1/2. |
Recuerdo que corría el año 1999 ó 2000 y en el canal
5 de Televisa transmitían Ranma ½. Para quien no sepa, Ranma ½ es un anime basado en las historietas homónimas que vieron
la luz en el año de 1987; es una comedia romántica que mezcla la acción y las
artes marciales, donde Ranma Saotome tiene una especie de maldición que lo hace
cambiar de sexo con la temperatura del agua: si le cae agua fría se convierte
en mujer y si le cae caliente regresa a su sexo original. Con mi corta edad esa
primicia se me hacía muy divertida, pero a mi mamá no. Aunque fui criado como
católico no tenía muchas restricciones, excepto en el campo del tema sexual. No
recuerdo las palabras exactas de mi mamá, pero decía que esa caricatura era
mala y asquerosa porque todos los personajes se cambiaban de sexo (lo cual ni
siquiera es cierto), en una clara intención de condenar el travestismo. Un adulto
me había indicado que la caricatura era mala no sólo para mí, sino para todos,
pues atentaba contra la moral (insisto, no recuerdo sus palabras exactas).
Debido a eso, en los últimos días, he pensado que el impacto de una caricatura se
da principalmente en el adulto.
Muchos comunicólogos y psicólogos han tocado este
tema, así que me gustaría que mi punto de vista fuera tomado sólo como una
manera de verlo, una simple teoría que no está estudiada ni empatada con la de
los expertos.
Niños razonando.
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Escena de El chavo del 8. |
La televisión en mi país ha educado a la mayoría
desde tiempo atrás, tanto así que las caricaturas y los programas enfocados
hacia los niños se han incorporado al estilo de vida de la gente. Hoy por hoy,
caricaturas como El chavo del 8 (versión
animada) y Dragon Ball Z son ejemplos
de lo dicho anteriormente. Del “chavo” se dice, por un lado, que es una obra
internacional y excelente, del lado de los críticos se habla de un concepto que
inculca la mediocridad. Dragon Ball
para unos es un clásico y para otros sólo es violencia (también está el grupo
que dice que es la serie de la definitiva aburrición). ¿Qué valores inculcan en
realidad? No nos pondremos de acuerdo, ni siquiera hay que intentarlo.
Chespirito, para seguir con el ejemplo, pretendía entregar una comedia, risas
para el público televidente. No hay más que eso, por más que he buscado. A
pesar de toda su ideología chupa-botas-del-gobierno no hay ninguna otra
intención directa. La interpretación de una obra, en nuestro caso la
caricatura, lo es todo.
Yo vi esas series y muchas más, demasiadas como para
mencionarlas en esta publicación. Yo no tenía (ni tengo) deseos de matar a
alguien en una pelea, de convertirme en mujer, de no trabajar en absoluto… nada
de eso. Los niños absorben todas esas historias sin ton ni son, interpretando
en los juegos a los personajes de sus caricaturas favoritas, por lo general identificándose
con el héroe (¿quién no quiere ser Goku para defender la tierra?). Pero, ¿qué
pasa cuando un mensaje es más claro de vislumbrar para el adulto y no para el
infante? ¿Qué pasa cuando el creador lanza un héroe simpático que no le importa
el medio para lograr su fin? Estas preguntas llegan a mi cabeza producto de
reflexionar sobre El pájaro loco y Chilly Willy, ambos personajes propiedad
del estudio Lantz/Universal.
No voy a negarlo, me gusta “Loquillo”, pero la
verdad es un vago, a tal punto de que en una emisión la propia madre naturaleza
lo convierte en paloma por no hacer su trabajo de pájaro carpintero. ¿Y el otro?
Me fastidia. Se trata de “Chilly Willy”, un pingüino perezoso que quiere que
todo le caiga del cielo. Siempre pasa dificultades como el hambre y el frío,
pero nunca se comunica con quien cuenta con calefacción o comida, va directamente
y roba lo que quiere; en algunos capítulos le han dado la opción de trabajar…
¡Pero siempre quiere la salida más fácil! Si te das cuenta, este párrafo corresponde
a la opinión “adulta” sobre un programa infantil, aunque también es cierto que hablamos
de los dos personajes principales (los que siempre ganan) de un mismo show, y a
pesar de lo que yo pueda decir, sin estudios que comprueben lo contrario, los
niños no reflexionan todo el espectro.
Adultos enseñando.
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La máquina Thomas de Thomas y sus amigos. |
Volvamos al ejemplo de Ranma ½ y mi mamá. Da igual de lo que trate en realidad ese anime,
no lo vi por un juicio que, creo ahora, está equivocado. El travestismo nunca
le hizo daño a nadie. Yo bien pude ser travesti, en privado o en público, y
nunca avergonzarme de tal actividad. Los ejemplos más “destacables” de muchas
de las caricaturas pueden o no trascender dentro de la mente del niño.
Imaginemos que alguien quiere viajar por el mundo con sus amigos sin importarle
mucho más que la comida; de Pokemón,
a un nivel general, se puede decir muy poco. ¿En realidad algunos pueden pensar
que tenía un mensaje satánico escondido? El peor ejemplo puede ser el referente
a las peleas de animales, que en la vida real se puede interpretar como la
pelea de perros o de gallos para obtener algún beneficio. ¿Los padres tienen
que impedir que los niños vean estás transmisiones? Habría que pensarlo.
Por mucho tiempo pensé que The Simpsons era para niños, y no es así, de hecho hace tiempo vi
un DVD con una temporada en mixup que
sugería la clasificación B15. El mismo tipo de programa siempre indicará a la
audiencia adulta sobre si es o no un programa adecuado para los chiquitines. Es
muy lógico: nadie dejaría a un niño de 10 años ante la emisión de un capítulo
de Drawn Together (La casa de los
dibujos) o peor aún de Mr. Pickles.
En cualquier caso, el clic de la cuestión con las caricaturas es que,
precisamente, haya educación y supervisión de un adulto, alguien que pueda
orientar con dudas sobre lo que se ve en la pantalla, no queremos que pasen más
casos donde los niños se avientan de superficies altas sólo porque querían
imitar a Superman…
Con ejemplos como estos podemos seguir cuartillas y
cuartillas, pero todo tiene un límite. Mi recomendación es tener un juicio
saludable sobre lo que ven los niños, pero tampoco negarles la oportunidad de
aprender cosas nuevas, ya que eso podría crear un tabú innecesario, creado por
valores religiosos (o lo que fuera) que a día de hoy han quedado anticuados. Lo
que quiero decir es que, a pesar de que ciertos programas tienen que estar prohibidos
para cierta edad, no se debería obligar a los niños a que siempre vean Thomas and friends (Thomas y sus amigos)
por muy saludable que sea. Para evitarnos problemas recomiendo los libros, por
sí las moscas.
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