martes, 21 de julio de 2015

Las caricaturas y su impacto en el público adulto.

¿Televisión nefasta o un pretexto para la policía de las buenas costumbres?



Conversión en Ranma 1/2.
Recuerdo que corría el año 1999 ó 2000 y en el canal 5 de Televisa transmitían Ranma ½. Para quien no sepa, Ranma ½ es un anime basado en las historietas homónimas que vieron la luz en el año de 1987; es una comedia romántica que mezcla la acción y las artes marciales, donde Ranma Saotome tiene una especie de maldición que lo hace cambiar de sexo con la temperatura del agua: si le cae agua fría se convierte en mujer y si le cae caliente regresa a su sexo original. Con mi corta edad esa primicia se me hacía muy divertida, pero a mi mamá no. Aunque fui criado como católico no tenía muchas restricciones, excepto en el campo del tema sexual. No recuerdo las palabras exactas de mi mamá, pero decía que esa caricatura era mala y asquerosa porque todos los personajes se cambiaban de sexo (lo cual ni siquiera es cierto), en una clara intención de condenar el travestismo. Un adulto me había indicado que la caricatura era mala no sólo para mí, sino para todos, pues atentaba contra la moral (insisto, no recuerdo sus palabras exactas). Debido a eso, en los últimos días, he pensado que el impacto de una caricatura se da principalmente en el adulto.

Muchos comunicólogos y psicólogos han tocado este tema, así que me gustaría que mi punto de vista fuera tomado sólo como una manera de verlo, una simple teoría que no está estudiada ni empatada con la de los expertos.


Niños razonando.

Escena de El chavo del 8.

La televisión en mi país ha educado a la mayoría desde tiempo atrás, tanto así que las caricaturas y los programas enfocados hacia los niños se han incorporado al estilo de vida de la gente. Hoy por hoy, caricaturas como El chavo del 8 (versión animada) y Dragon Ball Z son ejemplos de lo dicho anteriormente. Del “chavo” se dice, por un lado, que es una obra internacional y excelente, del lado de los críticos se habla de un concepto que inculca la mediocridad. Dragon Ball para unos es un clásico y para otros sólo es violencia (también está el grupo que dice que es la serie de la definitiva aburrición). ¿Qué valores inculcan en realidad? No nos pondremos de acuerdo, ni siquiera hay que intentarlo. Chespirito, para seguir con el ejemplo, pretendía entregar una comedia, risas para el público televidente. No hay más que eso, por más que he buscado. A pesar de toda su ideología chupa-botas-del-gobierno no hay ninguna otra intención directa. La interpretación de una obra, en nuestro caso la caricatura, lo es todo.

Yo vi esas series y muchas más, demasiadas como para mencionarlas en esta publicación. Yo no tenía (ni tengo) deseos de matar a alguien en una pelea, de convertirme en mujer, de no trabajar en absoluto… nada de eso. Los niños absorben todas esas historias sin ton ni son, interpretando en los juegos a los personajes de sus caricaturas favoritas, por lo general identificándose con el héroe (¿quién no quiere ser Goku para defender la tierra?). Pero, ¿qué pasa cuando un mensaje es más claro de vislumbrar para el adulto y no para el infante? ¿Qué pasa cuando el creador lanza un héroe simpático que no le importa el medio para lograr su fin? Estas preguntas llegan a mi cabeza producto de reflexionar sobre El pájaro loco y Chilly Willy, ambos personajes propiedad del estudio Lantz/Universal.

No voy a negarlo, me gusta “Loquillo”, pero la verdad es un vago, a tal punto de que en una emisión la propia madre naturaleza lo convierte en paloma por no hacer su trabajo de pájaro carpintero. ¿Y el otro? Me fastidia. Se trata de “Chilly Willy”, un pingüino perezoso que quiere que todo le caiga del cielo. Siempre pasa dificultades como el hambre y el frío, pero nunca se comunica con quien cuenta con calefacción o comida, va directamente y roba lo que quiere; en algunos capítulos le han dado la opción de trabajar… ¡Pero siempre quiere la salida más fácil! Si te das cuenta, este párrafo corresponde a la opinión “adulta” sobre un programa infantil, aunque también es cierto que hablamos de los dos personajes principales (los que siempre ganan) de un mismo show, y a pesar de lo que yo pueda decir, sin estudios que comprueben lo contrario, los niños no reflexionan todo el espectro.

Adultos enseñando.

La máquina Thomas de Thomas y sus amigos.

Volvamos al ejemplo de Ranma ½ y mi mamá. Da igual de lo que trate en realidad ese anime, no lo vi por un juicio que, creo ahora, está equivocado. El travestismo nunca le hizo daño a nadie. Yo bien pude ser travesti, en privado o en público, y nunca avergonzarme de tal actividad. Los ejemplos más “destacables” de muchas de las caricaturas pueden o no trascender dentro de la mente del niño. Imaginemos que alguien quiere viajar por el mundo con sus amigos sin importarle mucho más que la comida; de Pokemón, a un nivel general, se puede decir muy poco. ¿En realidad algunos pueden pensar que tenía un mensaje satánico escondido? El peor ejemplo puede ser el referente a las peleas de animales, que en la vida real se puede interpretar como la pelea de perros o de gallos para obtener algún beneficio. ¿Los padres tienen que impedir que los niños vean estás transmisiones? Habría que pensarlo.

Por mucho tiempo pensé que The Simpsons era para niños, y no es así, de hecho hace tiempo vi un DVD con una temporada en mixup que sugería la clasificación B15. El mismo tipo de programa siempre indicará a la audiencia adulta sobre si es o no un programa adecuado para los chiquitines. Es muy lógico: nadie dejaría a un niño de 10 años ante la emisión de un capítulo de Drawn Together (La casa de los dibujos) o peor aún de Mr. Pickles. En cualquier caso, el clic de la cuestión con las caricaturas es que, precisamente, haya educación y supervisión de un adulto, alguien que pueda orientar con dudas sobre lo que se ve en la pantalla, no queremos que pasen más casos donde los niños se avientan de superficies altas sólo porque querían imitar a Superman


Con ejemplos como estos podemos seguir cuartillas y cuartillas, pero todo tiene un límite. Mi recomendación es tener un juicio saludable sobre lo que ven los niños, pero tampoco negarles la oportunidad de aprender cosas nuevas, ya que eso podría crear un tabú innecesario, creado por valores religiosos (o lo que fuera) que a día de hoy han quedado anticuados. Lo que quiero decir es que, a pesar de que ciertos programas tienen que estar prohibidos para cierta edad, no se debería obligar a los niños a que siempre vean Thomas and friends (Thomas y sus amigos) por muy saludable que sea. Para evitarnos problemas recomiendo los libros, por sí las moscas.

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