Hace días, navegando por internet, me encontré con
la novedad (novedad para mí, claro está) de que en Cine Premiere publicaron un par de listas con algunas películas que
se proyectaron en el Festival Internacional de Cine de Morelia… ¡en el 2013!
Películas que en su gran mayoría desconocía. Una atrapó de inmediato mi
atención: Besos de azúcar, estrenada
en octubre del mismo 2013, dirigida por Carlos Cuarón (sí, sí hombre, hermano
de Alfonso Cuarón), quien es conocido por su colaboración en el guión de Y tu mamá también (2001) y por dirigir
la comedia Rudo y Cursi (2008). En el
reparto estelar de Besos de azúcar
nos encontramos con dos niños haciendo su debut, César Kancino y Daniela Arce,
además de Verónica Falcón (Salvando al
soldado Pérez), Kristyan Ferrer (Guten
Tag, Ramón y El infierno) y
Héctor Jiménez, archireconocido por su papel de “Esqueleto” en Nacho Libre.
Fotograma de Besos de azúcar. |
Me parece importante mencionar que antes de
reproducir la película, yo tenía la sensación de que sería una copia a la
mexicana de Little Manhattan (ABC de amor en Latinoamérica, 2005), y
ya estaba dispuesto a ver una trama llena de amor meloso. Bien dicen por ahí
que no hay que juzgar un libro por su portada.
Besos
de azúcar se sitúa en los barrios bajos de Tepito, donde
Nacho (César Kancino) vive la dura etapa de la pre-adolescencia, rodeado de
violencia, corrupción y negocios clandestinos. Su rutina consiste en irse de
pinta[1],
ayudar en el negocio de discos y películas pirata
de su padrastro e ir con su amigo Cacayo (Héctor Jiménez) a las maquinitas de
baile, donde Nacho es todo un experto.
Nacho saca de su casa un viejo colchón que encontró
en la calle y ahí es cuando ve pasar a una niña en bicicleta que le roba toda
la atención. Su nombre es Mayra (Daniela Arce) y también es asidua a las
maquinitas, lugar donde su historia de amor germina.
Una abuela política insoportable y regañona, dos
hermanos que siempre quieren su mal, un padrastro que vive en la ilegalidad y
una madre que no lo comprende son algunos obstáculos que Nacho encontrará al
enamorarse de “la muñeca”, pero no los más fuertes. Mayra es hija de la Diabla
(Verónica Falcón), jefa de vendedores ambulantes, y hermana menor del
“Chikibuki” (Kristyan Ferrer), un pandillero que intenta abusar de ella. El
amor de los chicos se ve dificultado por la transición que viven sus cuerpos,
pero sobre todo por la violenta situación que se vive entre las familias.
Encuentran su refugio en la azotea de un edificio abandonado, sitio desolado,
pero que parece ser el único lugar pacífico en la ciudad.
No creo que Cuarón haya planeado que Besos de azúcar se convirtiera en una
peli de culto (¿quién lo planea?), y tampoco es que piense que lo vaya a
lograr, debido a la poca promoción que tiene; como ya he dicho, ni un servidor
la conocía. La actuación es buena y cumple con su función de hacer sentir que
los personajes están vivos; recuerdo cuando Mayra se pone nerviosa al quedar de
acuerdo con Nacho para bailar, me pareció en un principio una novatada, pero después caí en la cuenta
de que era una maniobra de Daniela Arce y del director. El filme tiene el
ambiente que necesita, la intención es proyectarle inseguridad y oscuridad a
cada plano y eso se logra cabalmente, en conjunto con un soundtrack exquisito,
muy bien cuidado. La historia no es plana, debo admitir que varias veces
rasguñé el sillón de mi sala. Intensa, interesante y cruda, si te gustan las
persecuciones no hay mejor que una que plasme la pre-adolescencia. Le he dado 9
en IMDb[2],
por el simple hecho de que el guión no explotó dos personajes que pudieron
aportar mucho a la trama: la mamá de Nacho, Licha (Paloma Arredondo), y el de
Cacayo, que debió inyectar un poco más de humor a toda esa tensión.
Para finalizar me gustaría dejar un comentario al margen,
sin afán de polemizar, sólo para fijar mi postura. He leído varias críticas en
internet, sobre todo de sitios famosos. Argumentan que la técnica de Carlos fue
sacar la película al mismo tiempo que se estrenaba Gravity de su hermano, lo que seguramente hoy ya no pueden refutar
es que después del boom de dicha cinta británica, Besos de azúcar quedó relegada no a un segundo plano, si no que
quedó totalmente sin visibilidad, lo cual no disminuye en nada su calidad. Hay
quién dice que el guión es muy grosero, una sola palabra: pobrecitos. Otra muy
chistosa es la reseña que dice que está llena de estereotipos. Ojalá me dieran
su trabajo, en mi currículum podría poner que sé lo que es un arquetipo y que
muchas veces es necesario para la elaboración de una historia. Esto último
también tiene que ver con que, dicen, es una burda versión de Romeo y Julieta pero en Tepito…
¿preferirán que trajeran a Hilary Duff? Yo también he visto adaptaciones de
Romeo y Julieta señores, la diferencia es que para hacer una reseña sobre una película
también hay que comprenderla. Hasta la próxima.
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