Un anuncio
publicitario proliferó hace unas semanas, era del Tecnológico Universitario del
Valle de Chalco, y decía exactamente: “Elige una carrera que te dé empleo”. La
publicidad de universidades privadas por lo general le tira al nicho de
estudiantes que no fueron aceptados en alguna universidad pública, pero este
anuncio tiene algo más. No sólo apela a que los rechazados pongan atención a
las carreras que ofrece el Tecnológico, sino que también expone una estrategia
empresarial de la educación privada, desde, siendo justos, poco más de medio
siglo: el abandono de la vocación.
Seguro estás harto
de escucharlo, pero aquí te va de nuevo: el sistema capitalista necesita obreros,
utensilios generadores de ganancias, no necesita humanos interesados en la
nutrición de su aspecto espiritual.
Un ejemplo: al
sistema capitalista le gusta el arte cuando éste puede ser distribuido a altos
costes para obtener una mayor remuneración, o cuando puede ser transformado en
artesanía y ser vendido en masa. También le gusta, no hay que olvidarlo, cuando
la pieza artística se convierte en tótem de poder, cuando se puede utilizar
para los objetivos de la organización empresarial, para, por supuesto,
utilizarse como arma ideológica. No le interesa, por el contrario, preparar a
mejores estudiantes en escuelas de arte.
No estoy criticando
la preparación con miras de profesionalizarse, nada de eso. La educación
primaria no sirve únicamente para crear “peones preparados”, no veo las cosas
monocromáticamente. Hay una escala de grises, algunas buenas intenciones se
asoman en la construcción de los programas de estudio.
Por eso duele (y en
efecto, dolió) cuando consideran quitar la materia de Cívica y ética de los
programas en educación secundaria, o eliminar Historia en la primaria. Las
materias que se imparten en la base de nuestra educación formal son
fundamentales, cada una de ellas. Cierto día platicaba de esto con mi amigo
Omar, sobre ver los dos lados de la moneda: siempre es provechoso poder
considerar otro punto de vista, no sólo conocer lo propio, sea lo que sea,
matemáticas o español, geografía o química; también es fundamental conocer lo
otro, empaparse de leyes, de física…
Esto lo he
comprendido en tiempos recientes, pues cuando se es niño y se lidian con
materias que no nos entusiasman es muy fácil gritar: “¿Por qué chingados tengo
que estudiar esto?”. Saber de todo, al menos lo mínimo, sirve para poder tener
una perspectiva mucho más amplia. Aquí es donde nos damos cuenta de cuál es la
ventaja de una educación formal.
Por otro lado,
tenemos la cuestión del enfoque. Es un tema que seguro discutiré en otra parte,
por su extensión, pero sería bueno sentar aquí un precedente. ¿No te ha pasado
que hablas con personas que llevan muchos años desenvolviéndose en una
disciplina y no saben un carajo de la tuya o de otras? A mí me pasaba con un
profesor muy querido, de matemáticas nivel bachillerato. En su ámbito, creo yo,
es de los mejores que he conocido, pero saliendo del área matemática, su
conocimiento puede llegar a ser muy limitado.
Pasamos horas
hablando de lo mismo. Pasamos horas y horas en la escuela, leyendo a los
clásicos de la filosofía o aprendiendo a programar. Pasamos tantas horas
ensimismados ante nuestros libros, que poco a poco nos separamos de lo otro, de
lo general. Este proceso de separación, para quien ha tenido la fortuna, sucede
en el paso del bachillerato a la universidad. Como se puede constatar, estudiar
en un instituto, estudiar formalmente, lleva a la profesionalización enfocada
y, por ende, a la segregación de cierto tipo de conocimiento.
Hay carreras muy específicas
donde esto no llega a pasar del todo, como en Ciencias de la Comunicación,
donde prácticamente TODO cabe en una carrerita sabiéndolo acomodar. Y es que
muchos piensan que es fácil, sí, pero en la búsqueda de una vocación, uno puede
volverse loco ante la inmensa cantidad de posibilidades.
Entonces pasan años
hasta ese instante. Cursaste decenas de materias casi sin darte cuenta.
Conociste los principios del cálculo diferencial, las ideas de Mendel, leíste
las de Sócrates y aprendiste fechas históricas. Estás a punto de cursar una
carrera, ya sea por gusto, conveniencia, por tradición, obligación o porque no
había de otra. De por sí es difícil lidiar con la parafernalia del examen de
ingreso a la UNAM o al IPN, y entonces llega un promocional y te dice: ¿pero
por qué no estudias algo en lo que sí te van a contratar?
Es el abandono de la
vocación. Y lástima, porque necesitamos de las humanidades tanto como de las
ingenierías y las ciencias biológicas. Somos cada vez más personas y es obvio
que cada vez sean más los que quieren cursar una carrera en música o en artes
plásticas, ¿por qué no? En Ciencias de la Comunicación. Estudiar para trabajar
en algo remunerable también se hace más difícil.
Coincido con Avelina
Lésper cuando dice que necesitamos buenas escuelas de arte, pero, ¿la sociedad
quiere buenos artistas cuando se les presiona para que empleen su tiempo en una
carrera que les va a dar para tragar?
Gracias a todos esos
padres, a todos esos profesores, que ayudan a sus hijos y alumnos y los
impulsan para que triunfen en su persecución, en esa aventura agridulce y llena
de obstáculos: la búsqueda de la vocación. Gracias, y que tengan un maravilloso
2018.
Foto por @jonathanhanpro
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