jueves, 19 de septiembre de 2013

Crónica de un viaje en transporte público - Reflexiones de un mesero

Para nada es presunción pero gasto 4 horas de mi valioso día en ir y venir del trabajo. Sin él, esas 4 horas las podría haber utilizado en leer ese libro que me está haciendo ojitos, en hacer un poco de ejercicio y después comer, simplemente estudiar algo… ahorita estoy practicando un deporte no tan popular: mirar por la ventana y reflexionar. Ya saben, sobran pensadores pero casi ni uno reflexiona.

¿Cómo diablos es posible que me gaste 32 pesos diarios en mi transporte? ¿En realidad pagan más los que más tienen? Dirás que soy muy obtuso pero, el panorama indica todo lo contrario. Los clientes, que viven a unas cuantas calles de la cafetería, se transportan en auto y sólo se preocupan por “echarle al parquímetro”, y tengo que recalcar que con ese simple hecho ya están sufriendo, pataleando.

¿Cómo diablos los “vagoneros” vienen y me hablan de respeto cuando no puedo escuchar mi música con libertad? Me desespera. Lo he pensado desde todos los ángulos posibles, te lo aseguro. Sé que ellos tratan de ganarse la vida vendiendo un disco que ellos no hicieron con canciones que no compusieron, pero están molestando a muchos que ni siquiera escuchan tal género… Existe una norma de la Secretaría del Medio Ambiente del Distrito Federal que establece que es ilegal superar los 65 decibeles A en horarios diurnos y 62 en nocturnos… ¡Lo vagoneros superan los 100!


¿En realidad piensan algunos que allá arriba no se dan cuenta de todo por lo que pasamos los de acá abajo? ¿En realidad no sabrán que el puro transporte les priva a muchos la oportunidad de comer bien? ¿Cómo diablos no va a ver corrupción en el metro? Podría hacer más preguntas al aire pero en realidad me quedo con una cita, la de Jaime Maussan: “Nadie… hace nada”. Desde antier pensé en escribir esto, precisamente en el viaje de ida a la cafetería, donde, a pesar de todo, pude aprovechar dos horas de mi valioso día.

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