martes, 21 de noviembre de 2017

Fanáticos del fútbol. Lealtad a la bandera I

No recuerdo cuando ocurrió esto que platico, pero es muy sencillo toparse con la misma situación. Van dos en el metro, están hablando de fútbol, generalidades: un balance de los resultados de la jornada pasada. Tú, escuchando esa plática como un auténtico outsider, no sabes bien cuando terminan defendiendo a su equipo de fútbol preferido. Al parecer la brecha es muy delgada. Una amistad de años se transforma en una acérrima rivalidad cuando empieza el debate sobre qué equipo ganará el próximo sábado. Uno de los tipos le va al América, el otro al Pumas. América y Pumas se enfrentan el próximo sábado. Es entonces cuando entran en una pelea de palabras, una pelea histriónica, fingida a más no poder, pero ¿por qué?

Esto, por supuesto, está estrechamente relacionado con la idolatría, causa de muchos de los males en el pasado, en la actualidad y, sin duda, lo será en el futuro. Se puede tener un ídolo que tiene forma de piernón, o de una institución, como en este caso el equipo de fútbol. Alguna vez fui aficionado del Cruz Azul, pero las grandes contradicciones me hicieron alejarme de cualquier tipo de idolatría deportiva: comprar playeras, posters, banderines, ir a partidos, defender las derrotas y victorias del equipo, además de estar al pendiente de todo lo que pasa en la liga mexicana.

El punto es que un aficionado a un equipo de fútbol guarda cierta lealtad por éste, ignorando toda lógica. Y con esto no me refiero al dicho que lanzan muchos anti-fútbol, eso de “los hombres son infieles a sus parejas, pero fieles a su equipo de fútbol”, frase por de más tendenciosa, y en algunos puntos represiva de la naturaleza humana. La lógica que es ignorada, desde esta perspectiva, es la de la composición de ese equipo de fútbol.


¿De qué está hecho un equipo de fútbol?

Más allá del interés comercial, donde publicistas, oficinistas de prensa y taquilla tienen mucho que ver, cualquier equipo de fútbol está compuesto de personas involucradas en un deporte, disciplina con más o menos exigencias que otros deportes. Éste podría considerarse un razonamiento predecible, y se acepta como tal sólo si no se toma en cuenta como punto aceptable de partida.

Para quien conoce la paradoja de Teseo esto no le parecerá sorpresivo. Se dice que la tripulación del héroe Teseo se impulsaba con unos remos antiguos, que habían sido parte de la corteza de la embarcación. Cada que alguna parte del barco se veía desgastada, ésta se reemplazaba. Ahí surge una pregunta: ¿después de tantos reemplazos sigue siendo el mismo barco? Esta cuestión, perteneciente a la reflexión de la identidad, ha separado desde siempre los puntos de vista, pues unos creen que lo sigue siendo y otros que ya no lo es.

Lo mismo me pasa con el equipo de fútbol. Se le ama como a una bandera, pero esa bandera siempre tiene como miembros a personas diferentes. Las generaciones pasan, obvio, pero después del mercado de piernas, donde los equipos venden, prestan e intercambian jugadores, el equipo ya no es el mismo.

Incluso esto puede llegar a ser incómodo en algunas ocasiones, como en aquellas donde un jugador del club América es odiado por los fanáticos del Chivas, pero de una u otra forma siguen defendido a su equipo cuando ese jugador odiado es contratado por la directiva de Chivas. En ese momento hay quien defiende al jugador como uno de los suyos, o culpa a la directiva, cuando las personas encargadas de ella también son parte sustancial del club deportivo. Un equipo de fútbol nunca es el mismo, y sus titulares no siempre juegan de la misma forma o en el mismo nivel.

Si la perspectiva es que el equipo sigue siendo el mismo aun cuando hay reemplazos entre sus miembros, considero que hay pocos motivos para defender una lealtad. La “filosofía” deportiva que cada club tiene, no siempre se representa en el modo de jugar. En cada partido se hacen ajustes, y muchas veces en el mismo partido los jugadores cambian sus actitudes.

A un nivel institucional, el equipo Chivas es el más tradicional, pues solamente acepta jugadores mexicanos, pero esto no siempre se ha respetado en un nivel purista, pues en algunas ocasiones han contratado a jugadores naturalizados mexicanos. Dicen del Pumas que es un equipo universitario, que representa a la UNAM, pero a un nivel empresarial ni la representa y ni siquiera la apoya económicamente: es un club deportivo en manos de empresarios. ¿Qué decir de un veracruzano que le es fiel a los Tiburones de Veracruz sólo porque tienen sede en Veracruz? No representa al estado, la inversión es de privados. Un tipo en Facebook defiende irle al Pachuca por ser el más viejo, pero ¿qué interesa la antigüedad?, el equipo no está jugando como si fuera de principios del siglo pasado, incluso es de los clubes que tienen el equipo más moderno para entrenar a sus jugadores.

Si se trata de ser leal a un equipo por su finalidad, que éste gane un campeonato, hay que recordar que sólo puede haber un máximo de dos ganadores en un periodo, el campeón de liga y el de copa. Los que defienden y atacan al Cruz Azul por no haber ganado el campeonato en muchísimos años, caen muy profundo en el error de no considerar que existen otros 17 equipos compitiendo temporada tras temporada para lograr el mismo objetivo. De hecho, los fanáticos mexicanos deberían sentirse afortunados de presenciar esta liga, con tantas oportunidades y posibilidades de “liguilla”, pues su vida sería muy aburrida si no fueran fanáticos de un equipo hegemónico, como en España lo es Real Madrid o el Barcelona (tal vez, incluso, el Atlético de Madrid).

La única finalidad que no me parece contradictoria es la razón económica, el lucro. La conductora Paty Chapoy se decía (desconozco si sigue diciéndolo) fanática del Monarcas Morelia, pero porque su esposo es presidente del club. El lucro económico y sus estrategias comerciales representan la verdadera causa de que haya tantos aficionados a este deporte, aun cuando éste es un país con graves problemas de sobrepeso.

Pero serle fiel a un equipo para que éste gane más dinero sólo es identitario (y lógico) de una cierta clase de personas, como los hijos de Azcárraga Jean, los familiares del presidente del club Veracruz, los amigos de los dueños del Monterrey, todos ellos con poder en la decisiones económicas y políticas del gobierno.

Mis conclusiones van dirigidas a un nuevo enfoque de consumo: de fanáticos de un club deportivo se podría pasar a ser fanáticos de un juego que está dominando la atención del mundo desde el siglo pasado. Sí, consumir, ver, comentar, vivirlo, pero sin caer en contradicciones absurdas y bochornosas, o peor aún, pelearse a golpes por una actitud de pena ajena.


Ser fanático de considerar el juego de un equipo superior al del otro, o ser fanático de un juego tan reñido que no se sepa quién saldrá victorioso hasta los penales. ¿Por qué no? Ser fanático de ese equipo que va perdiendo pero que no se rinde ante nada. Hay muchas maneras de ser fanático de un equipo de fútbol sin tener que arrodillarse ante una bandera.

Foto original de The Stadium Guide.

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